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Si usted tiene más de 18 años en Colombia, es probable que alguna vez haya escuchado hablar del Caguán: la polémica “zona de distensión”, las negociaciones con la guerrilla de las FARC y la famosa “silla vacía”. San Vicente del Caguán, un municipio rural y alejado, de grandes extensiones de tierras ganaderas, es uno de esos lugares tan comunes en la geografía colombiana donde se ha escrito una parte importante de la historia reciente de este país turbulento.
Hasta aquí no le he contado nada nuevo, y sí, como se lo esperaba, San Vicente es mucho más que eso. Es, por decir solo una cosa, la “Puerta de Oro de la Amazonía Colombiana”. Sus cumbres rocosas y sus anchos ríos lo vuelven el lugar por excelencia para el turismo de naturaleza y aventura. Como, por ejemplo, el Cañón de Aguas Claras: un sendero que se recorre en más de seis horas, donde literalmente se camina por el agua, entre montañas de más de 100 metros de altura, y a duras penas se ve la luz del sol, al mejor estilo de las películas del Señor de los Anillos.
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También es el sitio donde, cada noviembre, se celebra un festival de rafting por los Cañones del Río Pato: un homenaje a la reconciliación, en el que los firmantes del acuerdo de paz de “Remando por la Paz”, junto con visitantes expertos y amateurs (como yo), navegan por las aguas tranquilas de este río verdoso, rodeado de colinas y pequeñas cascadas. Este lugar donde el agua brilla es perfecto para recordar el amor por este país y agradecer por poder ver todas las gamas de verde en un solo metro cuadrado.
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Pero San Vicente no solo enamora por sus paisajes, también por los sabores que nacen de su tierra fértil y de la tradición de sus habitantes. En esta región ganadera, la carne de cerdo cocinada al barril, acompañada de un chimichurri de arazá, es un verdadero manjar. Si busca algo más tradicional, un fiambre de pollo con abundante queso, envuelto en hojas de bijao, le hará sentir el calor y la generosidad de esta región. Y si la noche cae, la estrella indiscutible del menú es la hamburguesa de patacón: un plato que combina creatividad y sabor en cada bocado.
Las expresiones culturales en San Vicente del Caguán reflejan la mezcla de esperanza, resistencia y alegría que define a su gente. Aquí, los artesanos crean piezas únicas a partir de materiales locales como la madera, el fique y el barro. Los bolsos tejidos, las hamacas coloridas y las esculturas inspiradas en la selva y sus animales son testimonios de una tradición que se niega a desaparecer. Además, las danzas típicas y los cantos tradicionales que acompañan las festividades locales son un recordatorio del poder de la cultura para sanar y unir.
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San Vicente del Caguán es, sobre todas las cosas, una tierra resiliente, fértil para empezar de nuevo, rica en esperanza y sueños de paz. Hoy, este municipio es uno de los epicentros de proyectos productivos que creyeron en un país diferente. Cuando usted visita este rincón de Colombia, puede apoyar iniciativas como “Cafépaz”, un café cultivado y comercializado por mujeres excombatientes. O descubrir la “Eco Granja La Fortuna”, de la familia Aldana, que combina ganadería sostenible, turismo y reforestación para combatir la deforestación que amenaza la zona.
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San Vicente del Caguán es un laboratorio de paz, un municipio que se esfuerza por encontrar caminos que le permitan reescribir su historia. La tenacidad de su gente, como la selva impetuosa que lo rodea, prevalece. Nos enseña que, aun contra la corriente, como en el rafting, siempre es posible aprender a navegar y a construir un futuro diferente